lunes, 26 de abril de 2010

Impresiones sobre la pasada feria

Lunes, día 19, tras la inauguración del alumbrado. Camino acompañado por un grupo de amigos por la calle Juan Belmonte. Oimos los acordes de una banda de música que se acerca. Encabezan la marcha individuos trajeados y policias locales. Éstos van apartando al público sin muchos miramientos. Detrás de la banda vienen la representación municipal. Reconozco a los señores Monteisirín y a Torrijos. Me restriego los ojos. No. No estoy viendo la clásica escena de la película Bienvenido, mister Marshall. Son el supuesto alcalde y el primer teniente alcalde del Ayuntamiento de Sevilla. No son Pepe Isbert ni Manolo Morán. No consigo distinguir quien sustituye a Lolita Sevilla. Me supongo que su papel lo interpretaría doña Rosamar Prieto.
Ese mismo lunes, en torno a la una de la madrugada. Observo que sigue la botellona. Por lo visto la nueva ordenanza, como tantas otras, es papel mojado. Eso sí. Al igual que ha ocurrido en el conjunto de la ciudad, ya no hay una única macrobotellona , sino que se ha fragmentado. Es cierto que ha desaparecido de las inmediaciones de la portada, pero ha ocupado otras zonas, como por ejermplo la explanada ubicada junto al abrevadero.
Martes, 20. Sorpresivamente, la dirigente regional del PSOE, doña Susana Díaz, se reúne con los representantes de los empleados de Tussam y consigue terminar con la huelga. Es decir, que ningunea al presidente y al vicepresidente de la empresa y por ende al propio alcalde (por eso, en el párrafo anterior, este vocablo viene precedido por el calificativo supuesto). A todo esto, el vicepresidente, don Guillermo Gutiérrez, ha dimitido, según él mismo ha manifestado, en defensa de sudignidad. ¿Qué significa esto? ¿Acaso que los señores Monteisirín y Fernández carecen de ella? ¿Tienen que aferrase al cargo a costa de lo que sea para no ingresar en el paro? Una cosa queda meridianamente clara. Estos cargos municipales son perfectamente prescindibles, dada su incapacidad manifiesta para resolver los problemas. Si el partido desempeña el papel que corresponde a los cargos municipales, los ciudadanos podríamos ahorrarnos sufragar los sustanciosos sueldos y regalías de estos últimos.


Antonio Rojas Romero

martes, 20 de abril de 2010

Por fin se queda

¡Ya era hora! El eximio alcalde de Sevilla ha terminado de deshojar la margarita. Podemos respirar tranquilos. Ha decidido apurar el mandato, permaneciendo un año más al frente del Ayuntamiento. Eso sí, ¿faltaría más?, lo hace en primer lugar por el bien de la ciudad, y también por indicación de los mentores de su propio partido. ¡Ah! No se puede olvidar. Según él mismo ha puesto de manifiesto, ha influido asímismo el fuerte clamor popular para que agote el mandato. Ignoro el fundamento del último argumento. Que yo sepa en ningún medio de comunicación ha aparecido ninguna encuesta en este sentido. Es más, el señor Monteisirín es una figura muy controvertida, incluso para muchos ciudadanos que podemos considerar de izquierdas.
Para mí el hecho que se haya decidido a continuar se explicaría fundamentalmente por la promesa de sus superiores jerárquicos de asignarle un cargo importante sin necesidad de que tenga que efectuar un desplazamiento domiciliario. Es decir, que de beneficiar a los ciudadanos de Sevilla nada de nada. Además, aunque no es probable, espero que el cargo no tenga nada que ver con la sanidad, pues dado el largo período de profesional de la política necesitaría un prolongado reciclaje, dándose por sentado que ya habrá olvidado las nociones que le impartieron en la licenciatura. En fin, esperemos que le asignen un cargo inocuo, aunque sea inútil. Total, entre tantos cargos perfectamente prescindibles como hay, uno más apenas se notará.
Antonio Rojas Romero