sábado, 16 de abril de 2016

Viaje a Ceuta

 Hemos realizado una visita a la ciudad autónoma de Ceuta, dentro del programa de Mundosenior del Imserso, concretamente entre los días 4 y 7 del presente mes de abril. 
  En mi caso particular quería apreciar los cambios experimentados por la ciudad en un período de casi medio siglo, exactamente desde 1968. En ella hice el servicio militar, en el regimiento de Regulares de Tetuán nº 1. Por cierto, pude comprobar que dicho regimiento ya ni existe, pues se ha integrado en el regimiento de Regulares nº 3. Eso sí, en el barrio de Hadú, donde se encuentra el acuertelamiento que alberga al mencionado regimiento, han erigido una estatua en una rotonda al soldado de Regulares, aunque también existen sendas esculturas dedicadas al soldado legionario y al soldado de reemplazo. En esta aspecto no ha cambiado mucho la ciudad, ya que sigue siendo muy importante la función militar, si bien resulta lógico que la guarnición haya disminuido desde que se abolió el servicio militar obligatorio. 
   Al día siguiente de nuestra llegada, acompañados mi mujer y yo por otras dos parejas, el matrimonio Antonio y Loly, y las Hermanas, Ana y Pepa, participamos en una excursión en la que observamos la ciudad y su entorno desde dos miradores ubicados al este y al oeste de la misma. Primero subimos al mirador de Isabe II, lo que me recordó que en sus proximidades participé en varias maniobras militares y que por aquella escarpada zona se encontraba la llamada Pista, nombre que le daban a un campo de entrenamiento, con unos obstáculos y alambradas que teníamos que sortear. Luego nos dirigimos a un mirador llamado de San Antonio emplazado en la cima del monte Hacho, donde recordé que en unos polvorines cercanos presté servicios de guardía cuando ya era nada menos que cabo primero. Debo reconocer que sentí un poco de nostalgia, no precisamente porque tuviese un espìritu militar muy elevado, sino porque añoraba mis entonces 25 años.
  Nos hemos alojado en el hotel Trip, sito junto a la plaza más importante de la ciudad, la plaza de Nuestra Señora de África, declarada patrona de la misma, a la cual el rey portugués Juan I erigió un santuario. En dicha plaza están representados todos los poderes existentes, al menos en el plano teórico. Así la catedral, bajo la advocación de la Virgen de la Asunción, representaría al poder religioso. La comandancia militar al poder castrense. El edificio de la asamblea al poder político. En el centro de la plaza se erigió a finales del siglo XIX un monumento a los héroes españoles de la guerra de Marruecos de 1859-1860, decorado con unos bajorrelieves del escultor sevillano Antonio Susillo. Al lado de la catedral se han descubierto unos restos arqueológicos fenicios, los pobladores más antiguos del lugar.
  Quizás los dos alicientes turísticos que ofrece la ciudad sean por un lado los restos de una basílica tardorromana, ubicados en la calle Queipo de Llano (allí no ha llegado todavía la aplicación de la denominada Ley de la Memoria histórica y Millán Astray también tiene su calle), y por otro el llamado Parque del Mediterráneo, construido a título póstumo bajo las directrices de César Manrique, en terrenos ganados al mar.
  Me he quedado con ganas de ver el Museo de la Ciudad, ubicado en un edificio del Paseo del Revellín, pues debido a que está en obras, estaba cerrado. Pero curiosamente ni en la puerta del mismo ni tampoco en la oficina de turismo me advirtieron al respecto.
  Aunque hicimos una visita guiada que incluía solo la catedral, el santuario y los restos de las murallas, no estuvo bien planificada, pues en el caso de la catedral estaban ya cerrando cuando llegamos y en cuanto al santuario ni siquiera pudimos entrar ya que estaba cerrado.
    Menos mal que la ciudad no ha olvidado al que era su alcalde republicano cuando estalló el golpe milita que en el protectorado marroquí se adelantó al 17 de julio de 1936. Se apellidaba Sánchez Prado y no solo le han dedicado una calle sino también le han erigido una estatua en la misma.
   

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