martes, 11 de diciembre de 2012

Otra semana luctuosa

 Otra vez ha venido la muerte con su guadaña para segar una vida. En este caso le ha correspondido a la madre de María José, Antonia García Merino. El óbito tuvo lugar en mi casa, concretamente a las 5 de la madrugada del pasado día 5, después de un proceso creciente de deterioro físico en los últimos días, puesto que en el aspecto mental llevaba ya varios años con demencia senil. Tuvo una buena muerte. Se quedó dormida como un pajarito. Estoy casi completamente seguro de que no experimentó ningún dolor en el trance de la muerte. En definita, una muerte dulce a la cual me suscribo sin lugar a dudas.
  Todos sin excepción, cuando llegamos al último trance, somos considerados como buenas personas. Eso resulta ya como uno de los tópicos mása extendido. Sin embargo, en el caso de Antonia, el calificativo de excelente persona puede ser confirmado por toda aquella gente que tuvo la suerte de conocerla y de disfrutar de su compañía. Su caso no tiene absolutamente nada que ver con el consabido tópico. Era una auténtica realidad.  Su casa siempre estaba abierta para recibir de una forma espléndida a todos los que se dignaran  aparecer por ella. Siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás, con independencia de su condición social y su grado de parentesco.
   Además, estaba dotada de un espíritu de abnegación y de paciencia casi infinitos. Ello le ayudó a soportar con entereza todas las adversidades que la vida le planteó, especialmente la ceguera, que soportó durante muchos años. Nunca le oí quejarse ante esa desgracia.
   Como no podía ser menos, puesto que la persona que siembra siempre tiene la posibilidad de recoger una buena cosecha, ha acudido mucha gente a las exequias fúnebres. Si tuviera que destacar una mayor participación no tendría más remedio que citar a las dos primas de María José de Cádiz, Pepa y Rosi. Ellas han permanecido en mi casa durante 6 días, tratando de insuflar ánimos a su prima, y estuvieron presentes también cuando su tía exhaló el último suspiro. Aunque sólo era su tía política, me consta que sentían por ella una auténtica devoción, por lo cual han sentido mucho su pérdida.
   Solo me resta agradecer en nombre de mi mujer el gesto de todas aquellas personas que nos han acompañado en los días pasados, manifestando su pesar. Muchas gracias a todas y a todos.
    Respecto a la finada Antonia, una sola petición: que descanse en paz.

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