lunes, 27 de agosto de 2012



a las personas pertenecientes al estamento eclesiástico que no pagaban impuestos directos. Aquí se incluirían 4 clérigos seculares y 37 regulares (20 frailes basilios del monasterio de San Miguel de la Breña y 17 monjas clarisas). Concluyendo, podemos decir que los habitantes de la villa de Alanís estaban sometidos a una fuerte presión fiscal a mediados del siglo XVIII, máxime teniendo en cuenta las escasas contrapartidas que obtenían a cambio, pues las administraciones de la época no se preocupaban prácticamente de prestaciones sociales que hoy día consideramos fundamentales, tales como la educación y la sanidad. Aunque al paso que vamos en los últimos tiempos el Estado español va desatendiendo gradualmente estos servicios públicos, con el socorrido argumento de la crisis actual.
Permítanme unas reflexiones finales. Intentaré responder a la siguiente pregunta: ¿Ha cambiado mucho el panorama fiscal en nuestro pais en estos dos siglos y medio? La respuesta no puede ser un sí contundente, a pesar de las sucesivas reformas fiscales y de que el artículo 31.1 de la Constitución vigente preconiza “un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad”:
  1. En el Antiguo Régimen ya hemos dicho que era el estamento conocido con los nombres de ciudadano (impropiamente) y Tercer Estado el que afrontaba la mayor parte de los impuestos. En la actualidad ese papel lo desempeñan las denominadas “clases medias”, muy especialmente los funcionarios y los empleados que cobran mediante nóminas. A través del mecanismo de las retenciones no tienen ninguna opción de escapar a las garras del fisco.
  2. ¿Quiénes ocupan el papel de los estamentos privilegiados? Aquí podemos establecer dos niveles. Por un lado estarían las grandes fortunas y las empresas multinacionales. Legalmente se pueden beneficiar a través de mecanismos legales puestos a su disposición, tales como los SICAVs ( Sociedades de Inversión de Capital Variable), o las ETVEs (Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros). Pero además siempre les queda el recurso infalible de los paraísos fiscales, que absolutamente ningún organismo internacional está dispuesto a eliminar :solo hacen planteamientos retóricos que ya nadie se cree. Aparte está, obviamente, la Iglesia Católica, cuyos jerarcas se han olvidado totalmente del compromiso de autofinanciación que prescribieron en los famosos Acuerdos de enero de 1979. Tampoco quieren perder los privilegios fiscales que arrancan del Concordato de 1953. Hasta ahora solo tributan por el IVA, pero en virtud de una directiva de la Unión Europea. El presidente de la Conferencia episcopal ha amenazado incluso con una drástica reducción de la ayuda asistencial a través de Cáritas, sabiendo de sobras que su aportación a la misma fue solo de un raquítico 2,17%.
  3. El sistema tributario español es también injusto en el sentido de que priman los impuestos indirectos (que los pagamos absolutamente todos) sobre los directos, que son proporcionales a la capacidad económica del contribuyente, sea una persona física o una empresa. Esta situación se agravará con toda seguridad por la inminente subida del IVA. Pero además, incluso dentro de los impuestos directos, las rentas del trabajo suponen una mayor aportación que las rentas derivadas del capital, diferencia mitigada por la crisis actual.
  4. Por último quiero referirme al empleo de los fondos públicos. En una situación de crisis profunda florecen por doquier los casos de corrupción. Numerosos cargos públicos están inmersos en procesos judiciales. Prácticamente no se libra ninguna institución. Los casos son interminables: Gürtel, Palma Arenas, Urdagarín, EREs, Dívar, etc. Mientras tanto, las grandes prestaciones sociales del Estado del Bienestar se van deteriorando y los servicios públicos se van privatizando. Es hora ya de una profunda regeneración de la clase política, requisito indispensable para una regeneración del paìs. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que no haya políticos honrados y honestos, pues la inmensa mayoría lo son. Pero hay unas ovejas negras que hay que eliminar y no vale el consabido “y tú más”. La clase política debería servir para resolver los problemas de los ciudadanos y no constituir precisamente la tercera de las preocupaciones de los españoles. (3)



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